No iba a volver a ser lo mismo porque estaba decepcionada, el no me quería, no me respetaba y aún así lo necesitaba para existir, la abstinencia me dejaba sin aliento, me ahogaba . Sus palabras, sus mentiras, eran como espinas clavadas deliberadamente en mi cuerpo: las necesitaba allí, si alguien las sacaba me iba a desangrar con seguridad. Si sacaban la espina me moría, las necesitaba, necesitaba esas mentiras, necesito verlo. No me daba cuenta de que toda esa paz superficial era trágica adentro mío. Esa maldita manía mía de creer que todo está bien. Que porque dormia con el, él me quería. Que porque me hacía el desayuno, me quería. Que porque compartíamos la misma cama o teníamos excelente sexo, me quería. Sí, suena razonable: pero no me quería, o al menos como yo quería que me quisiera. ¿Soy clara? Sé que soy exigente pero no podía soportar ser menos que la mujer de su vida, en vistas de que él era el hombre de la mía.
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